Un himno de los que defendemos un parto respetado y una crianza natural.
Esta es la propuesta de mi mujer. Antes de bajar a escribir en el blog, me dice esto y se queda tan pancha. Aitana estaba en sus brazos plácidamente dormida. Preciosa. La he besado antes de ponerme frente a la pantalla y salir del salón. Me tiemblan las piernas de miedo. Mucho miedo.
Sé que es una contradicción. O no. Aquel que entre en mi blog sabe que se respira un amor absoluto por mi hija. Inmenso, incondicional. Además me encantan los niños y siempre había querido ser padre de tres o cuatro. Curiosamente, cuando tenía 20 años decía que "todos los que me permitiera mi economia". Ahora me doy cuenta, sin ser ningún "millonatti", que no importa el dinero. A mí me importa el tiempo. Y el tiempo de calidad.
Ahora que soy padre, conozco la responsabilidad y la dedicación que conlleva. No es ningún sacrificio. De hecho pienso que nací para ser papá: no hay nada que me llene más. He encontrado mi "elemento" (tributo a Ken Robinson) emocional en mi vida en ello y aunque renuncio a muchas de mis aficiones por el tiempo dedicado, veo lo importante que es para mí y lo fuerte que es el vínculo que tengo con mi hija. Me sirve para afianzar más aún si cabe lo que siento. Claro que me gustaría leer montañas de libros recostado en el sillón. Ya tendré tiempo. Y si no lo tengo, más me ha valido la pena cambiarlo por horas de risas bailando el chuchuwa con mi niña. Estoy ansioso de festivales flamencos, pero más me emociona ver cómo ni niña se pone sus tacones y menea su cuerpo mientras le jaleo. Sueño con viajes por Asia en plan mochilero, pero mi hija me hace soñar cuando me revuelco con ella en el parque, cuando preparamos entre los dos la comida, cuando se duerme en mis brazos, cuando me corretea para que la pille...
Temo que con otro bebé en casa no pueda dedicarle el tiempo que necesita y al que está acostumbrada. Me cuesta repartirme cuando se trata de Aitana. Quiero ser padre en exclusiva. No sé además si es una postura egoísta o solidaria. Por más que lo pienso, no acabo de decidirme de una vez. Todo el mundo me dice que les inunda la duda de si van a querer igual a su futuro hijo cuando saben lo inconmesurable que es el amor, la pasión que tienen por el primero. Pero que después se disipa y hay para todos. Que el pequeño se hace mayor y su independencia provoca que no requiera la misma dedicación. No acabo de creérmelo. Siempre hay un trato distinto. Y no es que sea malo, pero a veces alguno se siente desfavorecido o lo es en sí. No quiero perjudicar a Aitana y tampoco al que llega. Me encantaría darle lo mismo a ella que a su futura hermana o hermano (no me refiero en ningún momento a lo material) y tengo la impresión de que no sabré hacerlo o que sencillamente no se puede, al menos desde la crianza que defiendo.
Después veo otras parejas con más de un hijo y me tranquilizan. Pero aún así, tengo miedo a equivocarme y a las posibles complicaciones de un parto, problemas congénitos acarreados por mi enfermedad, que sea un parto no respetado, que surjan inconvenientes para mi mujer... Los quiero demasiado para correr riesgos. Y en el fondo, estoy deseando vivir de nuevo experiencias similares. O quizás mejores. ¡Aitana ha puesto el listón tan alto! Puede que no esté muy acertado y no haya un mejor ni peor, sino sólo un distinto. Nada más que eso. El pánico se apodera de mí aunque es más que probable que me quite esta coraza, me deje llevar por mi instinto y nos pongamos manos a la obra. Bueno, con las manos no se hacen los niños, pero es un decir: ustedes me entienden. Las manos para acariciar.
Y no sé por qué (o sí) aireo tan fácilmente mis intenciones y mi vida, pero ya tengo confianza contigo. Me gusta que se me vea el plumero (no confundir con la pluma, que no hay). Porque si voy de frente, todo el mundo me conoce. Y hay muchos a los que creo conocer y después no es así. No pierdo nada, por más que haya a quien le parezca todo esto sensiblería barata. Me da igual. Prefiero llegarle a alguien que vive con esta intensidad la paternidad y la maternidad a pesar de que en el camino haga el ridículo para otros cuyos intereses son bien distintos. Y estoy seguro de que lo que siento ante el "quiero tener otro" de mi mujer, lo han sentido y lo sentirán más padres que miman. Con que sirva mi reflexión en alto para acompañar a un padre (o una madre) indeciso como yo, me siento más que satisfecho. Y no doy soluciones ni sé cuál es el mejor camino ahora. Sólo me abro en la red y os dejo entrar. A deshojar la margarita (no es tan sencillo: se trata de dar vida): ¿lo tengo o no lo tengo?